jueves, 17 de marzo de 2016

Adictos a la escritura. Proyecto Las palabras olvidadas.


Buenos días. Hoy traigo mi participación en el proyecto del mes de Adictos a la escritura, que consistía en coger dos palabras de la Tienda de las palabras olvidadas, una donada por un compañero y otra nuestra, y hacer un relato que las incluyera. Ahí van mis palabras y el relato:






"Un beso"


─ ¡Cáspita, qué mujer tan increíble! ─ exclamó Vicente con un resoplido de admiración, mientras repasaba con mirada anhelante a su preciosa compañera de clase, Sara Lucas.
─Un tío que habla como tú nunca podrá estar con una tía como esa, macho.
─ ¿De qué hablas, tío?
Gaspar apuró el último trago de su cerveza y puso los ojos en blanco, mientras alzaba su brazo al camarero del bar para pedir otra.
─Esas palabrejas que te sacas de la manga y nadie sabe de dónde proceden. ¿Quién dice “cáspita” en el siglo XXI, cabrón?
─Desde luego no un orangután como tú. ¿Acaso crees que las tías prefieren que los hombres solo sepamos soltar cosas como hijo de puta, mamón y tu puta madre?
─Creo que eres demasiado finolis y necesitas renovarte, mamón ─ le contestó su amigo alzando las cejas, jactándose de lo mucho que le gustaba hablar de esa manera.
─Para tu información, yo también sé decir todas esas palabras y muchas más, lo importante es saber emplear cada una de ellas en el momento adecuado.
Gaspar se levantó del asiento ante la indiferencia del camarero por traerle otra cerceza, y entrecerrando los ojos retó a su amigo.
─Si vas de sobrado demuéstrame que eres tan capaz de conseguir un morreo de esa tía como de soltar esas palabritas tuyas ─alzando las cejas, la señaló con la mirada─. Venga, a ver si hay cojones.
Una sonrisa segura se extendió por el rostro de Vicente, y levantándose también de la silla miró a Sara y después a su amigo.
─Si lo consigo, me pagarás una cena para dos en el Paradyse club, para llevar a quien me dé la gana.
Ambos amigos se miraron con expresión retadora, y con una amplia sonrisa fanfarrona, Gaspar le tendió la mano.
─Hecho, tío. Si no lo consigues me la pagarás tú a mí ─se dio la vuelta y emitiendo una sonora carcajada soltó:─. Ve ahorrando.
Pero Vicente no tenía pensado perder. Así que se acercó con ademán decidido a la reina de sus desvelos, que al verlo venir sonrió alzando una ceja y mirando a su amiga. Se metió el pelo rubio detrás de la oreja y lo observó con sus profundos ojos azules.
─¿Puedo sentarme?
“El hippie de la clase”, pensó Sara, el único que solía hacer preguntas que ponían en un aprieto al profesor. Más de una vez se había quedado mirándolo con una sonrisa en la cara mientras desplegaba su talento orador.
─Creo que sí.
Quitó el bolso de la silla y observó su pelo negro y liso suelto por debajo de los hombros y esos enormes ojos negros que la observaban misteriosos y magnéticos.
─Tengo un problema y creo que tú me puedes ayudar.
─No se me ocurre cómo, pero ilumíname.
Entonces Vicente sonrió como un truhán y desplegó todo su encanto seductor.
─Mi amigo allí presente, que es un poco cabroncete ─señaló a Gaspar que reía con otro compañero de facultad─, me ha dicho que me pagará una cena para dos si consigo darte un beso en los labios.
A Sara se le encogió el estómago cuando la evocadora palabra “labios”se deslizó por la boca del hombre que la decía. No obstante le soltó ofendida:
─Desde luego es un cabrón, ¿no habrás aceptado su reto?
─Lo cierto es que sí, pero he pensado algo mucho mejor para ti ─su tono se hizo más ronco, aproximándose a Sara con una sonrisa─. He pensado que si a ti no te importa nos podríamos dar un beso muy corto ─aproximó el dedo índice y pulgar para ejemplificarlo─. Y así tú te ganas esa cena para disfrutar con quién quieras, y yo le bajo los humos al capullo de mi amigo.
Sara lo miró fijamente sin poder creerse aquella propuesta, miró a su amiga que la observaba con los ojos como platos y asintió.

─Está bien, pero será bien corto.
─Claro que sí, te doy mi palabra de hombre bueno.
Y con un guiño de ojo, se acercó a los labios de Sara y los selló con los suyos, en un contacto suave y resbaladizo. Los labios se amoldaron como un molde con su pieza, y sin ser consciente de que lo hacía, Sara tanteó la boca de Vicente con la lengua, hasta que este le dio paso en un beso que profundizó y despertó un extraño cosquilleo en su barriga. Fue Vicente quien con suavidad se separó, cogiéndola por los hombros y mirándola con un deseo inflamable en sus profundos ojos negros.
─Gracias ─susurró.
A los pocos días Sara encontró un sobre cerrado pegado a su taquilla, dentro una invitación para dos para cenar en el Paradyse, y una nota:
“Lo prometido es deuda, preciosa. Solo espero que lo disfrutes tanto como yo me deleité con tus labios
V ”.
Sara suspiró, se llevó la nota a la boca, y apelando a su valentía marcó su número. Y así el caballero de las palabras olvidadas consiguió la cita con su princesa.

Espero que os haya gustado! Besos!


6 comentarios:

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