jueves, 27 de marzo de 2014

Adictos a la escritura: El desafío. Fase 2.

Hola a todos. Hoy traigo mi participación en el grupo Adictos a la escritura, que consiste en que un miembro del grupo ha escrito un párrafo, y el otro miembro tenía que continuar un relato a partir de ese inicio de historia. Mi párrafo de inicio ha sido de AngieL12, muchas gracias porque me ha encantado escribir este relato. Aquí os lo dejo:

Destello rojo

Me detuve un minuto mientras respiraba con dificultad. Miré el bazar con un mareo febril, y como un golpe, el olor del lugar me invadió, sentí todo tipo de olores picantes con una combinación de tierra y sudor, al parecer sólo yo lo notaba. Me concentré y busqué con la mirada esperando encontrarla, su vestido era rojo, fácilmente confundible con el otro millar de tonos iguales que alcanzaban mi vista. Estaba seguro de que si no la encontraba en ese instante, no la volvería a ver. La idea sola fue peor que la batalla de voces y gritos a mi alrededor.

Un mercader regateaba con unos hombres con aspecto de turista. Sus voces estridentes me taladraban la cabeza impidiendo concentrarme. El sol calentaba inclemente, cegándome, por lo que me llevé una mano a la frente haciendo de visera para intentar ver mejor. Observé que a la derecha había unas escaleras que subían a una pequeña torre, vacía al parecer, y sin pensarlo me lancé a la carrera hacia allí. A los sonidos del lugar se sumó mi corazón, que martilleaba con fuerza en los oídos, y las pisadas de mis botas que luchaban escalón tras escalón por llegar a la torre de piedra. Una vez arriba me lancé al borde del mirador, oteando aquel mercado presidido por una nube de polvo que cubría todo. Busqué entre la multitud mientras maldecía para mí.

La misión tenía que ser sencilla, el enlace Sherezade nos llevaría hasta el taller donde se suponía estaban fabricando armas que se vendían en el mercado ilegal de Europa, nosotros capturaríamos al líder de ese taller y le ofreceríamos una recompensa más jugosa que la que le ofrecía su superior, la figura clave en todo esto, para que nos vendiera su ubicación.  En el transcurso de la operación apresaríamos a quién pudiéramos y desmantelaríamos aquellos negocios ilegales que no interfirieran con el fin último de la misión, Joel Micaf. Pero en mi trabajo en el ejército he aprendido que nada suele salir a la primera. También que nunca te puedes sentir atraído por ninguna de las personas inmiscuidas en la misión. Y lo más importante, nada es lo que parece, aunque tenga aspecto de ángel y sea tan preciosa que despierte la ira de la diosa de la belleza. Porque el enlace Sherezade había resultado ser la hermana de Joel, y cuando se enteró de que el objetivo era él, dejó de ser fiel al ejército para intentar proteger a su hermano. No me cabía en la cabeza como era posible que una mujer tan excepcional, tuviera como familia un ser despreciable como aquel tipo. Responsable de tráfico ilegal y trata de blancas, entre otros muchos delitos, lo teníamos en el punto de mira desde hacia tiempo. Pero no creía que ella supiera de todos sus delitos, las sociedades mafiosas solían ser tan herméticas, que ni siquiera el segundo a bordo lo sabía todo.

Seguí observando el horizonte y entonces la vi. No me cabía duda que era ella, porque llevaba en el hombro la maleta con toda la documentación conseguida, que permitiría inculpar a Joel. Fui a darme la vuelta para bajar a la carrera la escalera, cuando escuché en el pie de la torre voces que gritaban:

—¡Cogedlo! ¡Está ahí arriba!

El corazón se me disparó de nuevo, podía notar como la adrenalina desbordaba mi torrente sanguíneo. Aproveché ese aporte de energía para buscar una salida, y como casi siempre la encontré. Un tejado se encontraba a la izquierda, a unos dos metros de distancia, así que sin pensarlo me encaramé al borde del muro y salté. Después comprobé si uno de los tubos que bajaban del techo al suelo estaba bien anclado a la pared, y bajé por el mismo arañándome las manos en el descenso. Pero me daba igual, necesitaba llegar a ella. Por la misión sobretodo, pero también por mí. Quería descubrir que había significado el encuentro de la noche anterior, ese beso descarnado en la oscuridad, la huída posterior sin darme ninguna explicación. Sabía que nos había traicionado, pero necesitaba hablar con ella.

Me abrí paso entre la multitud que compraba y vendía en aquel mercado, oyendo las imprecaciones de aquellos a los que empujaba, notando como en mi carrera iba pisando algunas frutas que habían caído al suelo. Había dejado de ver a la mujer de rojo, pero sabía que iba en la dirección adecuada, mi sentido de la orientación rara vez fallaba. Seguía oyendo las voces de mis perseguidores a mi espalda, cada vez más cerca, cada vez más enfurecidas.  Intenté contactar con mi equipo varias veces, pero las comunicaciones hacía rato que parecían no funcionar. Seguí corriendo sin prestar atención al agotamiento que atenazaba cada músculo de mi cuerpo, llevaba dos noches sin apenas dormir, y casi no habíamos probado bocado. De pronto, como una chispa de fuego que atraviesa el horizonte, detecté la presencia de Sherezade que se movía como una gacela entre la multitud, girando un callejón a la izquierda y desapareciendo de la calle principal. Aceleré aún más y seguí el recorrido que ella había trazado, pero al meterme en aquel callejón observé que no había nadie.

Era imposible que hubiese llegado al otro extremo, miré hacia arriba, por si había alguna escalera que podía haber tomado. Me quedé allí plantado unos segundos, mirando las puertas cerradas que salpicaban la oscura calleja. Si abría cada una de ellas conseguiría que me pillaran los hombres de Joel. Y eso no me lo podía permitir, no me apetecían días de tortura en sus manos. Cuando empecé a avanzar hacia el fondo del callejón, una mano salió de la nada y con un fuerte tirón me arrastró al interior de una habitación a oscuras. Noté como unos dedos delicados me tapaban los labios, inhalé profundamente y no me cupo de duda de que era ella, Sherezade. Su olor a limón y menta me impregnaba cada sentido impidiéndome pensar con claridad.

—Por favor, no digas nada, estas calles no son seguras —por una fina rendija que no estaba tapada por la cortina, entró un rayo de sol que iluminó sus ojos negros como la noche; en ellos brillaba la preocupación y algo más que no supe definir—. Solo te puedo dar parte del contenido de esta bolsa, el resto me lo tengo que reservar hasta investigar si todo esto es cierto.

—Créeme que lo es, llevamos tras su pista muchos meses.

—Las cosas no son tan sencillas, Marco, tú solo conoces una versión de los hechos. Necesitas una vista de caleidoscopio para entenderlo en profundidad.

—Comprendo que no quieras ver la verdad, Shere, pero las pruebas…

Estaba frustrado, necesitaba que comprendiera y no sabía como hacérselo ver.

—Sólo es tu verdad, y recuerda que yo tengo las pruebas Marco.

Su tono contundente me dejó claro que no cambiaría de opinión. Cogiéndome la mano depositó un grueso sobre en mi palma, cerrándome después el puño abrazando mis dedos. Después me empujó hacia la puerta, pero justo antes de abrirla, presionó el cuerpo contra el mío y sentí como sus labios me acariciaban la boca. Intenté retenerla, profundizar en aquel beso, pero fue tan fugaz que antes de darme cuenta estaba en el callejón polvoriento. Desorientado por las sensaciones que me invadían, avancé por el callejón, para salir a alguna calle principal, cuando noté pisadas a mi espalda.

—¡Ahí está!

Sin pararme a pensar corrí como alma que lleva al diablo, y cual fue mi sorpresa cuando al llegar al fondo de la calle un jeep me esperaba con dos de mis compañeros dentro.

—Joder Marco, que puto susto nos has dado.


El coche comenzó a abrirse paso por las calles de la ciudad a toda velocidad. Mientras, abrí el sobre y entre un montón de papeles y lápices usb, encontré un móvil. En un post-it rezaba un “Te llamaré. Tenlo encendido”, que me arrancó una sonrisa, mientras apretaba el sobre con fuerza, para que no se me escapara de las manos. 

¡Muchas gracias por leer!