No me atrevía a mover ningún músculo del cuerpo. Concentré todos mis esfuerzos en que mi respiración agitada volviese a su cadencia normal, pero parecía que su aliento había penetrado en mí obstruyéndome la garganta.
Tenía razón, ni Michael ni ningún otro chico que conociera me alteraba de esa manera. El odio que sentía hacia él bien podría ser el causante de mi perturbación, aunque una pequeña parte de mí sabía que había más. No me gustaba que invadieran mi terreno, y él, con un manto de arrogancia, se atrevía a arrinconarme en medio de la noche. Y aún cuando la irritación creciente se adueñaba de cada poro de mi piel, era también muy consciente del calor que emanaba de su cuerpo, que se hacia especialmente intenso allí donde su piel rozaba suavemente la mía. Su olor era una mezcla de lluvia y vegetación, aunque no sabía precisar… Pero ¿qué mierda me estaba pasando? Por muy bien que oliera, aquel tipo era el imbécil de mi vecino, y si yo no replicaba algo pronto, creería que había conseguido intimidarme. “De eso nada”, pensé.
- Ese “imbécil” me ha sacado mucho más que eso- dije con voz trémula, maldiciendo para mis adentros no sonar más convincente-. Y no vuelvas a llamarme “nena”, gilipollas.
- No me has dicho tu nombre- separó un poco los labios de mi oreja, y recorrió con apenas un leve roce de sus labios mi mandíbula, hasta llegar a la comisura de los labios-. Además, me gusta ver como te ruborizas cada vez que lo digo.
Conseguí poner las manos sobre su pecho y lo empujé levemente, pero él no se movió ni un ápice. Su boca permanecía quieta, allí donde los labios se desvanecen en la mejilla. Justo cuando intentaba moverlo de nuevo, algo tiró de él hacia atrás, haciendo que trastabillara hasta casi caer al suelo. Casi. Michael se había situado entre su cuerpo y el mío, con las manos y los brazos en posición de boxeo, dejando alternativamente el peso sobre una pierna y la otra. Roberto estaba de pié, ya recuperado del empujón, adoptando una pose rígida, con los puños de las manos contraídos a los lados de su cuerpo.
- Stacy te ha dejado tirado y ahora te quieres aprovechar de otra chica, ¿verdad?- gritó Michael en un tono que quería parecer amenazante, pero que viniendo de mi amigo me resultaba algo cómico-. Pues te has equivocado de mujer, chaval. Tendrá que ser por encima de mí.
- Cómo quieras- indicó Roberto, en un tono de voz tranquilo.
Acto seguido avanzó hasta Michael, se agachó para esquivar el puñetazo que éste dirigía a su cara, lo cogió por la cintura con un brazo, y empujó levemente, haciendo que Michael cayera de espaldas al suelo. Roberto se agachó junto a él y lo cogió del cuello de la camiseta:
- Hay que tener cuidado con lo que se desea, amigo.
Cerró el puño delante de su cara, y avancé hacia ellos horrorizada, para intentar frenar el puñetazo. Pero llegué tarde. El puño de Roberto se estampó con fuerza en el rostro de Michael, y éste dio un grito ahogado.
- ¡Salvaje abusivo!- grité con furia, frustrada por no haber llegado a tiempo.
- ¡Michael!- pude oír la voz de Iris, y a continuación escuché sus pisadas corriendo hacia nosotros desde la puerta del bar.
Cegada por la ira, miré a aquel chico imaginando como lo estrangulaba lentamente. Pero como sabía que el tenía más fuerza que yo, y no sería posible hacerle daño, observé alrededor intentando averiguar como le podría fastidiar. Y una flamante moto Yamaha roja apareció ante mí como si de un sueño se tratara. Esquivé a Michael y Roberto y me dirigí con paso firme hacia la moto. Saqué mis llaves de los jeans y agradecí al cielo que mi llavero fuera un sacacorchos, regalo a las mujeres en la boda de mi prima Isobel.
Me agaché empuñándolo con fuerza y lo llevé hasta el neumático de la moto, clavándolo profundamente primero en el delantero y luego en el trasero. Pude escuchar una maldición, y después pisadas rápidas que se acercaban hacia mí. Unas pesadas y otras más ligeras. Me levanté con una sonrisa triunfal, encarando al estúpido de Roberto. Iris se encontraba junto a él, intentando sosegarlo.
- ¿Pero a ti qué demonios te pasa?- bramó furioso, gesticulando con las manos- ¿Sabes lo que vale un neumático, niñata?
- Si no respetas a la gente, no pretendas que respeten tus cosas- respondí cruzándome de brazos.
- Es penoso que seas tú quien tenga que defenderlo a él.
- Más penoso es que ahora te vas a ir a patita hasta tu casa, imbécil.
Pasé a su lado, empujándolo levemente con el codo. Pero él me agarró del brazo con fuerza, colocándome junto a su costado.
- De eso nada, nena. No pienso irme andando- su voz seguía siendo amenazadora, pero el tono arrogante como caramelo líquido estaba volviendo de nuevo.
- Nosotras te llevaremos, pero deja a Caroline y Michael en paz- concluyó Iris.
La miré atónita, mientras ella levantaba los hombros y se dirigía hacía su BMW descapotable. Me solté de un tirón seco del amarre de Roberto, y un minuto después Iris paró el coche junto a nosotros. Michael iba en el asiento del copiloto sosteniendo un pañuelo sobre su nariz. Así que no me quedó más remedio que ponerme en el asiento trasero con Roberto. Durante el camino mantuve la vista fija en la carretera, observando como el paisaje se iba escapando rápido a nuestro paso. Extrañamente Roberto no dijo nada, ni ningún miembro del vehículo tampoco. La canción de “Just can´t get enough” de los Black Eyed Peas llenaba el ambiente con sus notas. Detecté un movimiento de reojo, y permití a mi mirada que se deslizara un momento hacia Roberto. Me quedé mirando su regazo, en el que se restregaba el puño con el que había golpeado a Michael con la otra mano. Se había hecho daño, tendría que estar contenta. Pero no lo estaba.
Cuando llegamos a nuestra calle empezamos a escuchar una música que sonaba amortiguada. Poco a poco se fue haciendo más nítida hasta llegar a la puerta de la casa de Roberto. La canción claramente salía del interior de la misma. La puerta se abrió, trayendo con ella las notas de “On the floor” y a un chico de pelo liso y rubio que le caía un poco por debajo de los hombros. De su boca colgaba indolente un cigarrillo aplastado. Miró un momento hacia el coche, y sonrió ampliamente al ver a Roberto.
- ¡Eh tío! Llegas tarde a la juerga, pero tienes suerte, te he guardado alguna birra.
- Gracias tío- Roberto cogió la mano que le tendía el chico rubio, cerrándola en un puño.
- ¿Y quién son tus nuevos amigos?- dijo repasándonos con su amplia sonrisa, para finalmente fijar la vista en Iris.
Muchas gracias por pasar!!
¡Guau!, me encanta!, es realmente preciosa!, seguro k tu continuación será la elegida, si es k tienes buena mano con esto!, jajaja.
ResponderEliminarY mañana comenzaran las votaciones, jejeje. Saludos hermosa y gracias por participar una vez más, muak!!!
Muchas gracias por pasarte y por esos ánimos que das siempre. Tu continuación tb me encanta, Dulce. Un besote
ResponderEliminarGenial hada!!!!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho
Tu continuación también me ha gustado mucho, que difícil lo voy a tener esta vezzzz (emo tirándose de los pelos), jajaj
ResponderEliminarBesos wapa, y suerteeee.
me encantaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarsimplemente me encanta!!
Muchas gracias por pasar Lady X, Valnelia y Ayumi!! Me ha hecho ilusión. Besos!
ResponderEliminarHola Hada me ha gustado mucho tu reto y vaya con michael al final reacciona
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