Os dejo la frase que también hemos hecho, a modo de eslogan publicitario del relato, y ya el escrito en sí.
Nota importante: Si alguna de las imágenes escogidas es tuya, y no quieres que aparezca en este blog, por favor deja un comentario en la entrada y la quitaré en seguida.
Escucha bien el toque de queda. Sé el más rápido en llegar a la zona P. Y cuida bien tu espalda mientras corres, pues mil ojos hambrientos vigilan la noche…
Noche de Halloween. 23.45 horas. Zona P.
- -- Señor, ya hemos revisado toda la muralla. Todas las zonas están perfectamente selladas y protegidas.
- -- ¿Hay un vigía en cada torre?- indagó William Stantond mientras se frotaba el entrecejo, la noche de Halloween se había constituido en su principal pesadilla desde que los vampiros se dieran a conocer en la Sociedad.
- -- Sí, como ordenasteis, señor.
- -- ¿Y el grupo de presa?
- --En su posición señor, esperando el toque de queda- el soldado sintió un fuerte escalofrío que le sacudió todo el cuerpo.
- -- Puede retirarse soldado. Buen trabajo.
William se echó un trago de whisky, que quemó la garganta a su paso. Pero más quemaba la culpabilidad de no estar él con el grupo de presa, aunque sabía que su constitución era totalmente al azar entre los adultos de la ciudad. Desde que se hiciera el pacto de paz con los vampiros, ellos habían accedido a comportarse civilizadamente durante todo el año. Pero la noche de Halloween era suya, así que el gobierno y el ejército habían tomado la medida de constituir un grupo de personas al azar cada año, que eran entrenadas bajo el mando de William, y que se encargaban de luchar contra los vampiros aquella noche, intentando no ser cazados. El general vació el contenido del vaso, y se levantó dirigiéndose a uno de los puestos de vigilancia de la muralla que rodeaba la zona en la que se encontraban, la llamada zona P. El único lugar al que los vampiros no podían entrar, y dónde se refugiaban la mayoría de los habitantes de la ciudad aquella noche. Contempló el horizonte desde allí, y esperó paciente a que la sirena que anunciaba el toque de queda rompiera la quietud de la noche, mientras rezaba interiormente para que no cayeran muchos de los suyos en la caza.
23.59 horas. Callejón Rantrom.
Bill tenía todo el cuerpo rígido, totalmente preparado para luchar. Había adquirido el mando del grupo, ya que él era el único miembro oficial del ejército. Todos los demás eran civiles entrenados. Marie se hallaba junto a él, y cuando cruzaron sus miradas, la estridente sirena que anunciaba el toque de queda rasgó el silencio de la noche. Bill echó un vistazo a las caras de terror del grupo de quince personas que le acompañaban, y sintió un profundo pesar. Aún así no podían quedarse parados en aquel oscuro rincón, o si no muy pronto estarían con el cuello desgarrado. Con la voz firme y grave, dio la orden:
- -- ¡Corred!
Y así comenzó la pesadilla. Salieron del callejón con el corazón latiéndoles a mil por hora, y tomaron la dirección de la zona P. Cuando llegaran allí, todo habría acabado. Pero les separaba una distancia importante de la misma. Sobre el pavimento retumbaban estridentes sus pisadas. Pudieron notar las primeras sombras acechándoles a la entrada a una plaza amplia, cuando dos figuras oscuras cayeron sobre el grupo.
- -- ¡Haced formaciones circulares y seguid avanzando!- ordenó Bill autoritario.
Sacó su fusil con lanzador de estacas, mientras se daba la vuelta para disparar, y apoyando la culata en el hombro acertó en uno de los vampiros que tenía agarrada a una joven con gesto aterrado. Le dio de lleno en el corazón, y su cuerpo cayó al suelo arrugado y cadavérico. Pero cuando fue a darle al segundo, comprobó con horror que el vampiro había destrozado el cuello de un chico, y mirando a los ojos de Bill, rompió el cuello a otro joven con un ligero movimiento de su mano, mientras daba un amplio salto desapareciendo entre los edificios con el cuerpo del chico entre sus brazos.
Bill maldijo en alto y siguió corriendo, hasta que alcanzó al grupo que había seguido avanzando. Marie iba entre ellos. Aquella chica había resultado muy valerosa en los entrenamientos, y cuando otro vampiro cayó sobre ellos, no dudó en cortarle la cabeza con un movimiento certero de su brazo, que portaba una fina espada. Marie miró un momento por encima del hombro a Bill, y le sonrió sabedora de lo que él valoraba su arrojo. El hombre le sonrió, pero podía paladear el sabor de la inquietud en la boca, ya que notaba como alguien le taladraba la nuca con su mirada. Echó un vistazo atrás, pero no alcanzó a ver nada. Así que siguió avanzando, y cuando doblaron una esquina el grupo frenó de golpe. Taponando la calle había un conjunto de al menos ocho vampiros, que sonreían con crueldad mostrando sus afilados colmillos. En el suelo frente a ellos, estaba el cuerpo desmadejado del chico al que habían matado hacia escasos minutos, y uno de los vampiros se esforzaba en succionar las últimas gotas de sangre de su cuello.
- -- Dime, Bill, ¿qué piensas hacer ahora?
Una vampira morena y muy alta se despegó del grupo, saltando por encima del cadáver y acercándose a Bill, que la miraba peligrosamente. Su pose altiva y su belleza esculpida en piedra eran escalofriantes, pero el hombre no se dejó amedrentar, acercándose a escasos centímetro de ella para plantarle cara.
- -- ¿Cómo sabes mi nombre, vampira?
- -- Sé varias cosas sobre ti, soldado, pero tendremos tiempo de hablar. Ahora mis chicos tienen mucha hambre.
- -- No tocarás ni a una sola de estas personas- aclaró Bill, con una calma escalofriante.
- -- Yo no, pero ellos- comentó señalando a los otros vampiros-, necesitan echarse algo a la boca.
Y después de esa frase, un griterío inundó la calle mientras vampiros y humanos se enzarzaban en una lucha encarnizada. La vampira tomó a Bill de la cintura, y se elevó en el aire, y el único pensamiento que tranquilizó al soldado fue ver como Marie y otros dos jóvenes escapaban de la reyerta, rumbo a la zona P. Con aquella visión, intentó luchar en los brazos de la mujer, pero sabía que no podría vencerle.
- -- Recuerda mi nombre para cuando despiertes, Elisabeth- y con el arrullo de aquellas malvadas palabras, sintió como unos afilados dientes se clavaban en la carne de su cuello y lo lanzaban a una vorágine de sensaciones que le hicieron perder la consciencia.
Gracias por leerme y mucho besos
