Hoy traigo mi participación en el Grupo de Adictos a la escritura. El ejercicio de este mes, consistía en repartir por parejas una foto, y cada miembro de la pareja hace su versión de dicha fotografía. Os dejo el enlace al relato de Tifa, y os dejo también por aquí la fotografía. A continuación tenéis mi relato.
"Tardes de juego"
En la
penumbra de su salón, Willian observó el movimiento oscilante del licor en el
vaso de cristal, antes de llevárselo a los labios con hastío. Sobre su regazo
reposaba el álbum de fotografías familiar, aquel que solo abría cuando la
melancolía amenazaba con ahogarlo. Y es que Willian echaba de menos el pequeño
poblado holandés en el que se había criado, pero sobretodo la añoraba a ella,
Lisa. La dulce Lisabella, su pequeña compañera de juegos. Podía recordar muy
bien las tardes en la vieja casa de madera, como el grupo de cuatro niños inventaban
mil y una historias para jugar, ensuciarse y pasar las horas. Después fueron
creciendo, y el cariño infantil que siempre los había unido se perfiló en algo
más, algo que William nunca supo cómo manejar. Ni siquiera ahora, a sus treinta
años, y con unas cuantas historias amorosas a sus espaldas.
Lisa
había llegado a Londres hacía dos días, iba a exponer sus cuadros en una
galería. Por supuesto no había dudado en decírselo a su fiel amigo de la
infancia, gracias a que habían retomado el contacto perdido por facebook.
Willian llevaba en Londres desde los veintitrés años, pero aún recordaba como
si fuera ayer la tarde en la que se despidió de sus amigos. Le montaron una
fiesta a la que acudió gran parte del pueblo, y después, aquella misma noche,
con la valentía de un borracho, había arrinconado a Lisa contra una pared, y la
había besado como si le fuera la vida en ello. Que estúpido había sido, cuando
al día siguiente en el aeropuerto la despidió con un simple abrazo, sin mirar
atrás.
Pero
Lisa se encontraba en la ciudad, y la exposición se abriría aquella misma
noche, a las ocho. La duda le corroía, aunque por facebook siempre había sido
cordial con él, nunca le había comentado si estaba con alguien o incluso si se
había casado. ¿Qué haría él en aquellas circunstancias? Posiblemente lo que le
dijera su instinto, solía guiarse por él en su trabajo como periodista, y pocas
veces le fallaba. Así que fue hacia su habitación, cogió una camisa negra y
unos vaqueros raídos, y se mesó los largos mechones de cabello rubio oscuro
antes de salir por la puerta con las llaves del coche colgando de un dedo.
… … …
En la
galería Lisa se ajustaba la falda de su ceñido vestido negro, mientras iba y
venía entre los asistentes repartiendo besos por doquier. Notaba un ligero
temblor de manos, que intentaba ocultar cogiéndose una mano sobre otra, o tomando
del hombro a los invitados. Había realizado exposiciones en Ámsterdam, pero
nada de aquella envergadura. Quizás con los posibles clientes que allí se
encontraban abriría el mercado en esa parte de Europa, y sobre todo se daría a
conocer. Pero lo que más la aturdía aquella noche no era el tintineo de las
copas, ni las fervientes felicitaciones de boca de desconocidos. Lo que la
hacía temblar como una hoja era el reencuentro con su viejo amigo William.
¿Vendría acompañado? ¿Le habrían cambiado aquellos picarescos ojos azules, en
los que tantas veces se había perdido?, ¿o quizás su cuerpo delgado y fibroso
que siempre había querido recorrer con los dedos?
Lisa
bebió una vez más de su copa, levantando la cabeza para apurar el contenido al
máximo, esperando así tragarse la marea de pensamientos que la acechaba. Pero
cuando enfocó de nuevo la vista al frente, se encontró con un hombre rubio y
alto, que la observaba con unos ojos de un azul oscuro turbulento. Lisa se
quedó mirándolo fijamente, y percibió como una sonrisa nerviosa se abría paso
en sus labios. Antes de que pudiera soltar cualquier incoherencia, el hombre se
acercó a ella rodeándola por la cintura y levantándola en el aire. Lisa hundió la
cabeza en el hueco de su cuello, inhalando el aroma que tantos recuerdos le
traía.
-
¡Lisabella,
no has cambiado nada! Sigues tan estupenda como siempre- escuchó decir a
William, mientras la mantenía unos segundos más entre sus brazos. Frunció un
poco los labios, ya que ella no quería estar igual, deseaba que él viera a la
mujer en la que se había convertido.
-
¡Y
tú también, Will! – Estúpidas palabras.
Claro que no estaba igual, estaba terriblemente más apetecible que nunca. Él la
bajó al suelo, encontrándose sus miradas por segunda vez- Tenía muchas ganas de
verte.
-
Y al final te dedicaste a la pintura, recuerdo
bien los pintarrajos que solías hacer en tu casa- William echó un vistazo
alrededor, y se acercó a un bello paisaje-. Veo que has cambiado mucho tu
estilo, es francamente increíble.
-
Gracias-
sintió la mano de su ayudante en el brazo, que la requería para atender a más
invitados, y con desgana se alejó con él-. Date una vuelta y ahora hablamos.
… … …
William
se paseó durante horas por aquellos preciosos cuadros. Pero realmente su
atención estaba centrada en la autora de tanta belleza, de la que no podía
perderse ni un movimiento. Sentía la necesidad de abrazarla de nuevo, de
llevarla a su casa y hacerle el amor de mil maneras distintas. Y detestaba la
mano de aquel chico que cada dos por tres se posaba sobre el brazo de Lisa. La
galería se fue vaciando, y con ella el eco de risas, hasta que solo quedaron
Lisa, el tipo que la acompañaba y él.
-
William,
que gusto que te hayas quedado, lástima que se haya hecho tan tarde- miró la
hora en su reloj de muñeca, mientras se recogía un mechón que escapaba de su
moño-. Me tengo que quedar a recoger un poco, si quieres nos vemos mañana.
-
Me
gustaría ayudarte, si no te importa- Will se quedó mirándola, con esa
intensidad devastadora que hizo carraspear al ayudante de Lisa.
-
Bueno
nena, ya que tienes ayuda, me marcho- se acercó a la chica, y le susurró muy
flojito en el oído-. Vaya cañonazo bonita, ya me contarás.
Lisa
rió suavemente, mientras besaba a su ayudante en la mejilla y vio como se
marchaba por la puerta, apagando los potentes focos que iluminaban todo. Cuando se volvió, apenas le dio tiempo a enfocar la vista en William, mientras
sentía como una fuerza bruta la arrollaba hasta chocar contra la pared. Podía
sentir el pecho caliente del hombre, que subía y bajaba chocando con el suyo
propio. Sus fuertes manos se disputaban el puesto enredadas en su cintura y en
su pelo. Y esa fiera mirada la tenía anclada en un estado de excitación
creciente, que solo aumentó cuando escuchó la ronca voz del hombre pronunciar
su nombre:
-
Lisa…
No
añadió nada más, antes de unir su boca a la de ella. Ni falta que hacía.
Pareció retroceder en el tiempo, contra una pared, sintiendo los labios de
aquel hombre que tanto había deseado. Pero aquel beso era diferente, sabía a seguridad,
pasión y decisión, y se dejó llevar por la caricia de esos labios cálidos, y de
una lengua que penetraba en su boca acariciando cada rincón con avaricia. Ya
tendrían tiempo de hablar de viejas tardes de juego, aquel era el momento de
sentir todas las caricias anheladas. Y ambos se fundieron en el otro, mientras
la noche devoraba las calles londinenses en su cálido abrazo.
Gracias por leer. Besitos.
