Hola a todos, hoy vengo a traeros mi contribución del mes al grupo de Adictos a la escritura. Mi relato, Un beso furtivo, es del género romántico que me tocó por haber elegido la siguiente fotografía:
El relato además está basado en parte en la misma. Aquí os lo dejo:
Un
beso furtivo
─Shhhh,
no muevas ni un solo músculo, Canalla.
Canalla
me mira de un modo muy peculiar, estira mucho las orejas y mueve el rabo varias
veces, como esperando ver mi próximo movimiento. Pero me llevo un dedo a los
labios y parece entenderlo, porque se deja caer en la alfombra resignándose al
aburrimiento. Sigo caminando de puntillas hasta llegar a la puerta, no puedo
evitar que me tiemble un poco el pulso cuando cojo la manecilla y empujo hacia
abajo. La puerta cede con un leve chirrido que hace que el corazón me martillee
a más revoluciones que cuando juego un partido de baloncesto.
Escaparse
de casa no es fácil, sobre todo cuando no lo has hecho nunca. Además el
llevarme bien con mis padres hace que me sienta como una verdadera cretina,
pero no soporto la irracionalidad, y hoy sus razones para no permitirme ir a la
fiesta de Roberto han sido tan inconsistentes que casi daban risa. Se reducían
a una, que tengo diecisiete años y todo el mundo sabe los desfasadas que son
esas fiestas. Yo también. Pero no es por eso por lo que quiero ir, sino porque
allí estarán mis amigas, gente del instituto y totales desconocidos. Y a pesar
de que suelo aparentar pasotismo por el género masculino, lo cierto es que creo
que ahí afuera hay un príncipe azul para todo el mundo, y yo no quiero cerrar
las puertas de mi castillo al mío. Si hay una oportunidad de conocer gente y pasarlo
bien, no hay que dejarla escapar.
Cuando
consigo cerrar la puerta de mi casa, espero unos segundos, expectante ante
cualquier ruido que llegue del interior, pero el silencio más absoluto es la
única respuesta que recibo. Dejo escapar todo el aire que sin ser consciente he
estado reteniendo y corro hacia el ascensor. Llamo varias veces, aún no me creo
que lo haya conseguido. Me quito el gorro porque necesito hacer algo con las
manos, bajo la cabeza para airear mi melena lisa intentando darle un poco de
volumen, la sacudo un par de veces y la echo hacia atrás con un movimiento
brusco.
Y allí
está él. En cuanto nuestras miradas colisionan noto como un calor insoportable
se instala en mis mejillas. Él me observa durante unos milisegundos que parecen
años enteros, y finalmente sonríe. Mi vecino, el chico de arriba. Sé que suena
a novela romántica, pero es que este es un verdadero príncipe. Alto, moreno,
misterioso, y muy educado. Ya va a la universidad, y mira con la seguridad de
aquel que sabe que puede desnudarte el alma sin tocarte.
Me doy
cuenta demasiado tarde de que tengo que subir al ascensor para no parecer una
estúpida. El problema es que él está dentro, y me roba el aire para respirar,
es la única explicación que le encuentro a la asfixia que me produce su simple
presencia. Me obligo a tomar aire un par de veces, rezando para no tener que
hacerlo de nuevo hasta llegar a la planta baja.
─Hola
Maite, ¿cómo estás? ─su voz ronca penetra en cada poro de mi piel.
Recuerdo que
sabe mi nombre porque hemos hablado varias veces. Nos hemos mirado muchas más.
Demasiadas. Demasiadas pocas.
─
Bien, ¿y la universidad, George? ¿Está siendo muy dura?
─No
mucho, me encanta lo que hago ─me mira con curiosidad, no puedo despegar los
ojos de él, pero siempre lo he visto tan inaccesible…─. ¿Qué llevas ahí?
Señala
hacia mi bolsa y no puedo evitar sonrojarme de nuevo. He hecho unas galletas
para la fiesta, saco los tres sabores diferentes y me los pongo sobre la palma
de mi mano una encima de otra.
─
Fresa, limón y pistacho, ¿qué prefieres?
Él me
mira a mí, después a las galletas y después a mí otra vez. Las puertas del
ascensor se abren, pero ninguno hacemos nada por bajar.
─Tú te
comes una y yo otra, ¿te parece? ─su tono sensual me hace fijarme en sus labios,
y me pregunto qué sabor tendrán cuando se coma la galleta.
─Por
mí estupendo.
Extiendo
la palma de la mano y veo que coge la de fresa. Yo cojo la de pistacho. La cobertura
está un poco durita, así que aprieto hasta llegar al centro del sabor. No
quiero perderme nada de su expresión, al principio cierra los ojos y no dice
nada. Con cualquiera me daría vergüenza la situación, pero con él es diferente.
Siempre me he sentido cómoda en su compañía, como si nuestras esencias bailaran
la misma melodía.
Después
abre los ojos, busca los míos y se queda allí clavado de nuevo. Y veo algo
nuevo en su mirada, un brillo peligroso, como de reto. Sus labios se curvan en
una sonrisa felina y no puedo evitar tragar saliva. Para romper el silencio
digo algo estúpido:
─Seguro
que no has probado algo tan delicioso en tu vida.
─Desde
luego que no, pero me gustaría probar otro sabor ─más que hablar ronronea de
una forma sofocante que se me mete bajo la piel.
Le
ofrezco la galleta que queda aún en la palma de mi mano, él alarga la suya
hasta cerrármela en un puño con una caricia, y aprovecha para cogerme del
antebrazo acercándome a él.
─No es
ese el sabor que me apetece, Maite.
─No te
preocupes, puedes coger el que quieras...
Mientras
lo digo, agacho la cabeza hacia la bolsa, pero no puedo rebuscar mucho, porque
con una de sus fuertes manos me coge debajo de la barbilla obligándome a
mirarlo. Y se me corta la respiración por tenerlo tan cerca, y solo quiero
dejar de respirar cuando acerca sus labios a los míos y me acaricia con su
lengua.
─No se
me ocurre nada más delicioso para probar que tu sabor mezclado con el mío.
A
continuación hace lo único que se puede hacer en estas situaciones, besar como
si tu vida dependiera de ello, y realmente es lo que siento en ese momento. Sus
labios sobre mi boca, su lengua acariciando mi interior, su aliento entrelazándose
con el mío. Tengo un cortocircuito cerebral que no me preocupa, solo quiero que
este beso se eternice, se haga inmenso en el tiempo y que nadie llame al
ascensor en los próximos treinta años. Me rio por dentro, al final creo que hoy
George será mi destino.
Muchas gracias por leer. Besos para todos.